El ritmo del consumo de bienes y servicios en nuestro planeta tierra es, a todas luces, insostenible. El Instituto Worldwatch afirma que mientras casi 3.000 millones de personas sobreviven con menos de US$2 diarios, más de 1.700 millones, o sea más del 25% de la población mundial, ha adoptado un estilo de vida que en el pasado era exclusivo de los ricos. Hoy en día, los más ricos del mundo usan en promedio 25 veces más energía que los más pobres, y Estados Unidos, con sólo 4,5 por ciento de la población mundial, libera 25 por ciento de todas las emisiones de dióxido de carbono. A nivel mundial, la demanda de agua se triplicó. El número de grandes represas trepó de 5.000 en 1950 a más de 45.000 en la actualidad. En el último siglo, la mejora de la eficiencia de la producción hizo aumentar el consumo. Por ejemplo, los trabajadores industriales modernos producen hoy en una semana lo que a sus homólogos del siglo XVIII les llevaba cuatro años. En Estados Unidos, en el año 2000, se necesitaban apenas 12 horas para producir lo que en 1950 requería 40 horas de trabajo. El gasto mundial en publicidad alcanzó 446.000 millones de dólares en 2002, casi nueve veces más que en 1950. Más de la mitad de esa cantidad la gastan supermercados de Estados Unidos.
Estoy de acuerdo con Christopher Flavin, Presidente del Worldwatch Institute, en que el aumento del consumo ayudó a satisfacer necesidades básicas y a crear empleo, pero ese apetito se ha vuelto desmesurado, y perjudica los sistemas naturales de los que dependemos, haciendo aún más difícil a los pobres del mundo satisfacer sus necesidades básicas. En palabras del mismo directivo, “El alto porcentaje de obesidad y de endeudamiento personal, la falta crónica de tiempo y el ambiente degradado son señales de que el consumo excesivo disminuye la calidad de vida de muchas personas. El desafío ahora es movilizar a gobiernos, empresas y ciudadanos para que dejen de concentrarse en la acumulación desenfrenada de bienes y se aboquen a buscar formas de asegurar una vida mejor para todos”.
Según el último reporte de octubre de la organización Planeta Vivo, la humanidad utiliza ahora el equivalente a un planeta y medio para satisfacer sus deseos, especialmente debido al consumismo de los países más ricos. Lo anterior nos indica que si nada cambia en nuestros modos de consumo la humanidad necesitará de dos planetas para cubrir sus deseos en el 2030. Si cada habitante de la tierra viviera como un ciudadano medio de Estados Unidos o de los Emiratos Árabes se necesitaría una biocapacidad equivalente a más de 4,5 planetas para responder al consumo y absorver las emisiones de CO2. Pero si, por el contrario todo el mundo viviera como un ciudadano medio de la India la humanidad no alcanzaría a utilizar la mitad de la biocapacidad actual del planeta.
Los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Dinamarca, Bélgica, Estados Unidos, Estonia, Canadá, Australia, Kuwait e Irlanda son los paises que causan el mayor impacto ecológico en la tierra, lo que traduce que el sobreconsumo de los llamados paises del norte se hace a crédito sobre los recursos de los paises del sur y por eso el declive de la biodiversidad en estos es mucho mayor al de aquellos. En efecto, se ha calculado que la disminución global de la biodiversidad entre 1970 y 2009 es de un 30%, mientras que, en tratándose de paises tropicales, es del 60%.
Todo lo anterior quiere decir que si no se modifica el hiper-consumismo de las economías del norte, creando una cultura del consumo más prudente, sustentable y responsable, no habrá solución posible para el cambio climático, el agotamiento de los recursos vitales como el agua y el aumento descontrolado de la pobreza. De cuándo y cómo se haga ese cambio está dependiendo toda la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario