lunes, 17 de marzo de 2008

JORGE EDUARDO, CONSUELO, ORLANDO Y GLORIA

Estamos muy contentos de tenerlos en casa y en nuestro departamento. Hicieron verdaderamente mucha falta a esta región y nos hicieron mucha falta a sus amigos. En seis años pasaron tantas y tantas cosas que ustedes van a necesitar unos buenos meses de conversaciones con sus parientes y sus amigos para conocerlas en detalle. Ya tendremos oportunidad de charlar holgadamente de todos los sucesos políticos, culturales, sociales y económicos de ese período de tiempo. Mientras tanto déjenme decirles que esta tierra los acoge con mucho regocijo y con una gran expectativa acerca de las tareas que emprenderán desde ahora, esencialmente en el plano de la batalla por el acuerdo humanitario y, por supuesto también, en el plano de la política regional, en el cual ya se empiezan a tejer toda suerte de comentarios y proyecciones sobre sus protagonismos futuros.

Sus vidas son ejemplo ahora de perseverancia, resistencia y valor para muchos. Nunca nadie que no hubiera pasado un día en las condiciones que ustedes atravesaron entenderá lo que ello significó. Nosotros, desde la comodidad de nuestros hogares o nuestras calles, siempre estuvimos haciendo votos por su pronta liberación y para que Dios permitiera que su salud aguantara hasta que pudiéramos verlos de nuevo. Sufrimos con las pocas pruebas de supervivencia que pudimos ver y esperamos confiados en el Señor. Pero el solo imaginarnos la situación de ustedes en una noche lluviosa, durmiendo en tablas, bajo un pedazo de plástico negro, prácticamente enterrados en el barro, bajo la espesura de nuestra selva y con la incertidumbre de si amanecerían allí o les tocaría arrancar la marcha a la madrugada para otro campamento menos riesgoso, nos parecía demasiado para un simple mortal. ¡Cuánto más y más lo sería para ustedes que lo vivieron en carne propia!


Tienen ustedes ahora, como lo han todos expresado, el gran reto de seguir al frente de la lucha por la liberación del resto de los 3000 compatriotas (entre los cuales cientos de niños) detenidos inhumanamente en nuestras montañas. No nos cabe duda que lo harán con valentía, con decoro, con audacia y con inteligencia. Los que quedan allá están muy esperanzados en lo que ustedes logren de este lado. No están solos. Cuentan con un gran número de colombianos que, como el suscrito, están dispuestos a apoyarlos y respaldarlos en cuanta cruzada emprendan. Seguiremos insistiendo en que Gobierno colombiano y fuerzas insurgentes lleguen a un acuerdo de alguna manera que nos permita ver a todos y cada uno libres. Seguiremos saliendo a la calle, manifestándonos, marchando, escribiendo, aportando lo que esté a nuestro alcance y orando, hasta lograr el objetivo.


Mientras tanto, Jorge Eduardo, Gloria, Orlando y Consuelo, disfruten de las cosas maravillosas, muchas de ellas sencillísimas, que ha querido Dios devolverles, en compañía de sus seres queridos y de sus amigos, dando gracias a ÉL por su misericordia que es nueva cada mañana.

miércoles, 12 de marzo de 2008

CHÁVEZ, CORREA Y ORTEGA: ¡COMO LES QUEREMOS!


El alboroto que armaron los presidentes Chávez, Correa y Ortega sin duda fue contudentemente benéfico para nuestro país, en lo que tiene que ver con la unidad nacional. Y, por supuesto, muchísimo más para el Presidente Uribe a quien le catapultaron su popularidad hasta niveles no imaginados nunca por el mismo gobierno. Antes de esos episodios, el 70% de los colombianos apoyaban irrestrictamente al Gobierno, pero ahora creo que los niveles rebosaron el 90%, con tendencia por lo menos a mantenerse. Gracias a Dios la solución de la crisis fronteriza se hizo de manera diplomática en la última cumbre de Río, con un buen comportamiento general, salvo las desatinadas y muchas veces inmaduras actitudes del Presidente Correa, quien hasta por su misma vestimenta parecía más un muchacho tirapiedras de alguna universidad ecuatoriana que un estadista.

Cabe destacar el manejo que le dio a la cumbre nuestro Presidente Uribe, quien siempre mantuvo la cordura, la decencia, la prudencia, pero nunca negoció principios ni posiciones. Aunque a algunos les pareció su actitud muy chocante y formalista, los colombianos y el mundo entero pudimos apreciar a un estadista avezado, con claros conocimientos de la realidad latinoamericana y un manejo sorprendente de conceptos de derecho internacional. Sus argumentos fueron incontrovertibles. A mí, en particular, me gustaron dos de ellos. El primero fue el de la soberanía entendida no solamente como el ejercicio del poder soberano restringido a un área geográfica, sino involucrando elementos que envuelven la protección del pueblo gobernado, en un esquema geopolítico de colaboración entre estados, máxime cuando ellos son vecinos. El segundo, con mucho más contenido político y contestatario fue el de recordarle a Correa que él mismo había afirmado, en entrevistas recientes, que su país no limitaba con Colombia sino con las Farc. Ese argumento fue genial pues entendimos todos que si eso pensaba esa nación, para nosotros vecina, no había lugar a recriminaciones pues quien corrió el cerco fue el grupo guerrillero y no el estado colombiano, al cual le asistía todo el derecho de proteger su pueblo agredido, asesinado y secuestrado desde ese territorio.

La sorpresa final, tal vez consecuencia de la advertencia que le hizo Fidel Castro sobre la posibilidad de ser juzgado por el Tribunal penal Internacional como Milosevic, la dio el mismo Chávez con su tono conciliador, calmado y casi suplicante, pero también alegre y jovial. Su discurso diplomático dejó entrever su firme voluntad de llegar a acuerdos amigables, manejando el auditorio con ejemplos muy convincentes y alegría caribeña, ¡dejando, eso sí, “colgado de la brocha” a su copartidario ecuatoriano!

Definitivamente este fue otro combate ganado por Uribe, pero debemos agradecer como buenos colombianos a Chávez, Correa y Ortega porque ellos nos permitieron saborear durante unos buenos días el sentimiento hermoso de la completa unidad nacional y la solidaridad de un pueblo grande como el nuestro. Gracias Presidentes Chávez, Correa y Ortega: ¡les queremos mucho! ¡Ahora más que antes!