Ha puesto Dios en nuestro corazón mostrarles lo que EL piensa acerca de algo que a todos nos molesta, nos irrita y nos causa dolor, máxime si viene de personas a quienes amamos: el desdén, el menosprecio, el desprecio. Vamos a reflexionar en el día de hoy sobre esa despreciable realidad del desprecio, comenzando por decir que ella es una de esas cosas que necesitan ser asesinadas, que merecen ser asesinadas, que son dignas de ser asesinadas.
Pero, ¿a qué nos referimos en sí cuando hablamos del “desprecio”? ¿Qué es eso?
El diccionario de la Real Academia define eso como: “Desestimación, falta de aprecio, desaire, desdén”.
Es subvalorar algo que tiene intrínsecamente mucho valor, porque Dios le dio ese valor.
Revise un poco su vida ahora. Evalúe sus actitudes, su comportamiento, sus acciones, sus palabras y trate de descubrir qué manifestaciones de desprecio hay en su vida hacia usted mismo, hacia otros o hacia cualquier tipo de cosas: LO QUE USTED TIENE, SU CÓNYUGE, SU HOGAR, SUS PASTORES, SUS TALENTOS, SU TIEMPO, SUS HERMANOS.
1- CUANDO EL DESPRECIO HABITA EN SU HOGAR
Si ha hecho una evaluación a fondo y con sinceridad puede concluir que algunas veces, o en el peor de los casos siempre, el desprecio se ha instalado en su hogar y se pasea por cada una de las áreas de su vida marital.
¿Cuántas veces ha despreciado usted la opinión de su cónyuge para tomar cualquier clase de decisión?
¿Cuántas veces ha menospreciado usted algo que su pareja hace o dice con amor? ¿Cuántas veces ha pasado por alto el esfuerzo que ella hace para cocinarle algún plato, alistarle su ropa, tener ordenada su casa y ejercer la profesión de ama de casa?
¿Cuántas veces ha comprado para usted cosas de valor mientras a ella le compra cualquier cosa barata?
¿Cuántas veces ha dejado pasar el día completo sin interesarse en hablar con su cónyuge?
¿Cuántas veces ha comparado su cónyuge con otras personas para concluir que tiene menos cualidades y más defectos?
¿Cuántas veces ha hablado mal de su cónyuge o se ha burlado o lo ha ridiculizado delante de sus amigos o parientes?
¿Cuántas veces ha preferido quedarse a tomarse unas cervezas con sus amigotes en lugar de irse a casa a pasar un tiempo de calidad con su pareja o su familia?
¿Cuántas veces se ha inventado más oficio en su trabajo porque le da “hartera” ir temprano a su casa?
Pero también ¿cuántas veces ha pensado que su casa es lo peor, que su pareja es lo peor, que sus suegros son lo peor, que su cónyuge es la causa de todos sus males, que sus ingresos son malísimos, que su hogar es un desastre, que quizá se casó con la persona equivocada, que lo mejor sería separarse o darse un tiempo, que se avergüenza de vivir donde vive, que no merece vivir en ese vecindario, que sus hijos no valen la pena, que ha perdido todo su tiempo al lado de su pareja, que su pareja es mediocre porque no gana más dinero, etc, etc?
Como ya habrá podido observar cada una de esas actitudes o pensamientos son sencillamente manifestaciones del desprecio.
ES DECIR QUE EL DESPRECIO ES PECADO PORQUE CADA VEZ QUE PECAMOS LO QUE HACEMOS ES DEJAR REINAR EL DESPRECIO PRIMERAMENTE A DIOS Y SEGUIDAMENTE A NUESTRA PAREJA, O A LO QUE DIOS HA PROVEIDO PARA NOSOTROS.
CUANDO USTED DESPRECIA A SU PAREJA SÓLO SE MUESTRA COMO UN NECIO.
Proverbios 11, 12: “El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente calla.”
Ahora bien, lo contrario de despreciar es apreciar, valorar, dar honra, dar honor.
Ciertamente el querer de Dios es que mejor demos la honra a Él y que apreciemos, valoremos y demos honor a nuestra pareja.
1Tesalonisenses 4, 4: “que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor…”
Para tener su esposa en santidad usted requiere hacerla sentir amada, respetarla, escucharla, pensar primero en ella que en usted mismo, darle importancia a sus opiniones, darle tiempo de calidad, decirle cosas bellas, serle fiel y tantas otras cosas, pues no hacerlo es exponerse usted y exponerla a ella al pecado.
Tenerla en honor es darle ese honor diariamente, tenerla en un sitial importante en su vida, después de Dios.
1Pedro 3, 7: “De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes”.
A Dios le desagrada que usted ande por ahí cada rato menospreciando los seres que El ama, por los que Él murió y uno de ellos es precisamente su cónyuge.
Mateo 18, 10: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”.
Romanos 14, 10: “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo”.
Mucho menos desprecien en su corazón a sus parejas por la manera apasionada o “fanática” como se relacionan con Dios o lo alaban.
2 Samuel 6, 16: “Cuando el arca de Jehová llegó a la ciudad de David, aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, y vio al rey David que saltaba y danzaba delante de Jehová; y le menospreció en su corazón... Y Mical hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte”.
Tenga en cuenta que siempre cuando usted tiene una actitud de desprecio revela su prepotencia generalmente basada en una mentira.
Nehemías 2, 19: “Pero cuanto lo oyeron Sanbalat horonita, Tobías el siervo amonita, y Gesem el árabe, hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey?”
2- EL DESPRECIO ES PRIMERAMENTE A DIOS
En cada acción o actitud de desprecio, menosprecio, burla, desdén, desaire, subvaloración en el hogar está siempre presente el desprecio a Dios, a sus normas y a su consejo porque el pecado es contra Él.
Ciertamente si ignoro a mi pareja, no le doy el lugar que debe ocupar, no me comunico adecuadamente con ella, desprecio su vida o su cuerpo hago algo que desagrada al Señor. Me alejo de Él y me convierto en extranjero en mi propio hogar.
1 Corintios 14, 11: “Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí”.
2 Samuel 12, 10: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer”.
Génesis 25, 34: “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”.
Y todos sabemos cuán peligroso es menospreciar al Señor, no temerle, no tener en cuenta Su Bendita Palabra, no hacer caso a su consejo.
Levítico 26, 15 y ss: “Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos, y si desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto, yo también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror, extenuación y calentura, que consuman los ojos y atormenten el alma; y sembraréis en vano vuestra semilla, porque vuestros enemigos la comerán. Pondré mi rostro contra vosotros, y seréis heridos delante de vuestros enemigos; y los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga. Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados”.
Al Señor debes honrar, dar honor y la mejor manera es obedeciendo sus estatutos y la voz del Espíritu Santo. Haciendo eso recibirá honra del Creador del Cielo y de la tierra.
1 Samuel 2, 30: “…yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”.
3- ASESINANDO AL DESPRECIO.
La mejor manera de matar al desprecio es por inanición, por hambre.
En la medida que tomemos la decisión de amar a nuestro cónyuge todos los días de nuestra vida, de mantenernos unidos, de alegrarse con él, de disfrutar de su vida con intensidad, de valorar las cosas buenas que ambos tienen y ayudarse a superar sus defectos en amor, podremos superar todas esas actitudes del desprecio.
Proverbios 5, 18 y ss: “Bebe el agua de tu misma cisterna, y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña? Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas”.
Usted está dotado de todo lo necesario para andar sometido al Señorío de nuestro Dios y solo es poner en práctica.
2 Pedro 2, 9: “…sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores…”
Dios da la fórmula, como siempre perfecta, para asesinar al desprecio:
1 Pedro 2, 17: “Honrad a todos (y eso incluye su pareja). Amad a los hermanos (y eso incluye su pareja). Temed a Dios. Honrad al rey.
No deje que el enemigo robe la bendición de un hogar en unidad y armonía.
CONCLUSIÓN
pidamos perdón al Dios del Cielo por haber dejado que el desprecio se haya instalado en nuestro hogar, en nuestra casa, en nuestro matrimonio o en algún área de nuestra relación e pareja. Pidamos perdón a Dios por no haber sabido tener nuestras esposas en santidad y honor, y por no haberles dado honor a ellas como a vaso más frágil. Comprométamosnos a honrar a nuestras parejas. Comprometamosnos a alegrarnos con nuestra esposa que es la mujer de nuestra juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus nos satisfacerán en todo tiempo, y en su amor nos recrearemos siempre.
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