Ciento noventa y dos países se encuentran reunidos, durante quince días, en Copenhague, para pactar un régimen jurídico internacional que traiga soluciones a la crisis del calentamiento global, bajo la mirada expectante de todos los ciudadanos del mundo.
Greenpeace arrancó el debate, antes de empezar la cumbre, con una publicidad impactante: grandes fotomontajes de los más importantes líderes mundiales hechos ancianos digitalmente y pidiendo perdón por no haber tomado las decisiones para parar la catástrofe.
Hay hoy un consenso mundial de im:)r el crecimiento del calentamiento de la Tierra, fruto de la utilización masiva de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas natural- como fuentes de energía, a, sobre todo, los países industrializados, destacando entre ellos a Estados Unidos, China, Japón y la Unión Europea.
Un final deseable sería la firma de un tratado que implique la transformación de las políticas económicas, con un compromiso de redistribución de tecnologías, yendo en la dirección de la equidad entre el norte y el sur y dando importantes pasos para lograr el equilibrio geopolítico que comprometa los más profundos intereses de todos los estados. Que se logre al menos establecer los mecanismos para estabilizar el nivel de concentración de los gases que producen el efecto invernadero en 450 ppm (partes por millón), lo que significará bajar a la mitad las emisiones mundiales de acá al año 2050 y frenar el aumento del calentamiento a máximo 2 grados centígrados para finales del siglo.
Pero, los riesgos son muchos. Destaco sólo dos de ellos. El primero,es que la cosa termine en una declaración sin ningún impacto, o simplemente de buenas intenciones sin que se manifieste la voluntad política de tomar acciones ya. El segundo es que la cumbre termine con medidas que sobredimensionen y privilegien la promoción y el intercambio de nuevas tecnologías no probadas que sean un negocio más para los países desarrollados.
El mundo entero espera que en esta ocasión se avance muchísimo más de lo que se ha hecho en estos últimos 12 años, pues los efectos del calentamiento global son ya inocultables y desastrosos. La extensión de nieve en el mundo ha disminuido en un 10% en el hemisferio norte desde los años 60. La pérdida de masa de glaciares y casquetes polares puede causar un aumento del nivel marítimo de 15 a 95 centímetros para 2100, lo que pondría en peligro muchas islas y regiones costeras, incluidas las colombianas. Las sequías día a día duran mucho más debido al cambio de los patrones de lluvias, los flujos de los ríos, los niveles de los lagos y el agua del suelo. Los desastres metereológicos ahora son de proporciones asombrosas y los costos sociales, económicos y ambientales de los daños ocasionados por inundaciones, seguías, incendios forestales, etc, van en aumento continuo y se harán insostenibles muy pronto. Las grandes masas migratorias ahora van a tener otro motivo que tendrá como resultado millones de “refugiados climáticos” y se calcula que ¡entre el 15 y el 37% de las especies del planeta podrían extinguirse!
El tiempo se agotó y Copenhague no puede repetir la historia de Kyoto.
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