miércoles, 15 de septiembre de 2010

RAZONES PARA AMAR AL HUILA

En estos días estuve pensando en todas esas razones que tenemos para amar tanto esta región y me puse en la tarea de apuntar todo lo que recordaba de mi departamento con especial gusto, los lugares que conozco y que en alguna época me dejaron enamorado, las delicias que he comido, y que he añorado cuando he vivido en el exterior, y esos “intangibles” que reposan apaciblemente en la conciencia colectiva, contribuyendo a nuestro sentido de pertenencia. La lista es muy larga pero voy a mencionar algunas de esas cosas capaces de enamorar a propios y extraños.

En materia de sitios geográficos o lugares con un especial encanto, doy gracias a Dios que nos ha bendecido enormemente con todos ellos. Recordé nuestro único patrimonio de la humanidad, el parque arqueológico de San Agustín, el cual junto a la Chaquira el Salto de Bordones, el Alto de los Ídolos, el Estrecho del Magdalena, el Salto de Mortiño, la Caja de Agua, el Alto de las Piedras, el imponente Parque Natural Nevado del Huila, el Parque Natural de la Cueva de los Guácharos, el paraje donde se ubica esa bella iglesia de Tobo, El Parque Natural del Puracé, el Parque Natural de los Picachos, el Parque Natural de Sumapaz, el típico balneario de las Quemadas en Suaza y el original balneario de las Lajas en Nátaga, el pueblito de ensueño de Otás, la Laguna de Guaitipán, el misterioso Desierto de la Tatacoa, La Represa de Betania, la maravillosa zona cafetera entre Gigante y Garzón, las catedrales de Timaná, Paicol y Nátaga, junto con la Iglesia Colonial de Neiva que no tienen nada que envidiar a las más impresionantes construcciones eclesiásticas de Europa, el Parque Isla frente a Neiva, Las Termales de Rivera y los Ángeles, el fascinante paisaje detierra roja y cardos en la vía a Colombia, el complejo recreativo del Juncal en Palermo, el caserón de la Hacienda Colonial de Potosí en Campoalegre y en general las haciendas coloniales de Tesalia y Paicol, y Elias, ese pueblito huilense en dimensiones reales, conforma ese especial grupo de lugares de ensueño de nuestra hermosa patria.

Y que decir de los innumerables platillos que pueden consumirse en la región, con los cuales nuestro paladar está unido en una especie de memoria gastronómica que nunca nos abandona y que martiriza cuando se vive en el exterior. Hablo de manjares como las Achiras, el famosísimo asado huilense, los espejuelos de guayaba, especialmente los de Pitalito, el estofado de chivo que se prepara en el norte del Huila, especialmente el de Villavieja, el sancocho de gallina campesina hecho en hornilla de leña, la colada de achira, el fabuloso cuy de Obando, los quesillos y la avena, especialmente los de Yaguará y Hobo, el tamal huilense, los helados de coco de Silvania, el incomparable café especial producido en varios municipios de nuestra tierra, el pollo de las Vegas y las Veguitas, y en fin tantos y tantos deliciosos sabores con sazón huilense que sólo es posible consumirlos aquí.

Pero, además de todo, nuestras artesanías cuya reina indiscutible es la chiva, creación de Cecilia Vargas, nuestros diarios regionales, nuestro sanjuanero huilense, el mejor y más bello sombrero del paìs, el sombrero suaceño, nuestro Atlético Huila, la hermosura de la música y letra de nuestro himno, nuestros bambucos, pasillos y rajaleñas, nuestro acento y, en fin, lo que nos hace únicos e irrepetibles: nuestra gente sencilla, hospitalaria, trabajadora, creativa, perseverante y pacífica.

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