lunes, 27 de octubre de 2008

LA CRISIS FINACIERA DEL SIGLO

Las crisis financieras y la recesión hacen parte del ADN del capitalismo, son de su esencia, están inscritas como un código genético en lo más profundo de su ser. Son recurrentes, aparecen regularmente al cabo de unos ciclos pero sus causas, sus dimensiones y sus impactos son diferentes debido a la gran cantidad de factores influyentes en tiempos diferentes.
Hoy estamos en una época en donde la crisis se profundiza y adquiere aceleradamente dimensiones de recesión. Los mercados permanecen supremamente inestables, el temor se apodera de una gran parte de la clase dirigente y todos se preguntan “¿vamos rumbo a una recesión como la de los años 30?”. A esa pregunta, la respuesta que comparto con muchos economistas optimistas en el mundo es: “No lo creo”.
Sin embargo hay quienes sostienen que “estamos enfrentando un fenómeno de unas proporciones inmensamente mayores que las de los años 20-30 y las reacciones que estamos viendo son propias de un atajo de dirigentes irresponsables, incoherentes e irracionales, y son medidas exclusivamente diseñadas para cubrir las pérdidas de los grandes jugadores de la economía casino y de un alcance y unos costes absolutamente suicidas”. Quienes adoptan la posición escéptica o pesimista responden a los que han tratado de calmar al mundo con un “todo está controlado”, diciendo que ellos ocultan la enorme deuda impagada de Lehman Brothers, el billón en tarjetas de crédito fallidas en los activos de JP Morgan y Bank of America, la caída en picado de de General Motors y en general toda la industria automovilística, la cuasi bancarrota de las finanzas locales norteamericanas, la ruinosa situación del Silicon Valley y las dificultades financieras de la gigantesca General Electric…” Los que tienen esta posición pesimista presagian una catástrofe que paralizará la actividad y la producción del mundo entero. A ellos debemos recordarle lo que dijo Hitler: “Cuando las mercancías no pueden traspasar las fronteras lo harán las tropas”.
No quiero menospreciar todos esos importantes argumentos pero me mantendré en el lado prudentemente optimista.
Creo que hay algunas similitudes entre la crisis actual y la de los 30 en EEUU como el gran endeudamiento de la gente (en aquella época para comprar acciones, en esta para adquirir vivienda, creando ambos el efecto de burbuja económica) en los años anteriores al colapso y la caída en picada de los índices bursátiles; pero hay también enormes diferencias entre el entorno económico, los ingresos del estado, el volumen de los impuestos, el tamaño del estado y, la que considero más importante, las políticas económicas, de ese tiempo y los actuales. Mientras en aquella época el estado y sus gobernantes desestimaron la dimensión de los problemas y maniobraron con una lentitud desconcertante, además de que reaccionaron pesimamente con las medidas tomadas en el sector agropecuario, en la actualidad hay unanimidad en todos los gobiernos y en todos los organismos regentes de los Bancos Centrales en lo que respecta a su voluntad de impedir la quiebra del sector financiero y por tanto garantizar los depósitos y ahorros del público, junto a una reacción rápida en la toma de decisiones como lo fue por ejemplo la gran inyección de 700.000 millones de dólares en EEUU para sortear la crisis. Sólo estas dos últimas consideraciones tienen la fortaleza necesaria para evitar una depresión como la de los años 30, aunque tengamos ahora factores nuevos con respecto al pasado como son la penetración de la actividad financiera en la vida cotidiana de la gente y la profunda globalización de la economía que ayuda a contagiar muchísimo más velozmente cualquier enfermedad financiera o productiva, todo sumado a los tremendos temores de muchos de los actores del mercado que a veces desfallecen pensando que ni siquiera la intervención estatal puede evitar una severa recesión mundial.
Creo que la recesión mundial será una realidad, que nos vamos a demorar un poco más de lo calculado en salir de esta crisis y que nos va a costar algo así como el triple de lo hasta ahora estimado (algunas especialistas en Norteamérica han valorado esta inversión en unos ¡2 billones de dólares!). Pero lo que me niego a creer es que la de hoy traiga iguales consecuencias a la de los años 30.
¿Medidas a adoptar para salir de la crisis? Las soluciones hoy en un mercado y en un mundo mucho más complejos deben ser muchísimo más creativas para atacar lo coyuntural, lo de fondo y, yo le agrego una, para transformar lo que en realidad importa. Los gurus de la economía y los diferentes países del mundo han proclamado varias que vamos a resumir pero lo que sí es cierto es que definitivamente por las diferencias radicales con la crisis de los años 30, la actual no puede remediarse con las mismas medicinas de aquel entonces. Recordemos cuáles fueron las medidas tomadas por Roosevelt en su política económica conocida como el “New Deal”, basada en los postulados Keynesianos de la intervención estatal para la reactivación de la demanda: 1- Financieras: se ayuda a los bancos mediante una participación en su capital y se procede a una devaluación del dólar, con el objetivo de crear inflación que a su vez estimule la economía. 2- Agrícolas: se estimuló el descenso de la producción pagando a los agricultores una indemnización por dejar de producir. El objetivo era que los precios aumentaran. 3- Industriales: se promovió el aumento de salarios y se disminuyen las horas de trabajo. 4- Sociales: se llevan a cabo grandes inversiones en obras públicas y se toman medidas de protección social que aseguran el poder adquisitivo de la población, el objetivo es que aumente el consumo.
EL G7 ha anunciado medidas tales como la recapitalización de los bancos con fondos públicos y privados, garantías robustas y consistentes para los depósitos, reactivación de los mercados secundarios de hipotecas y otros activos titularizados. No se ha mencionado, sin embargo, una de las opciones sobre la mesa respaldada por el Gobierno británico: la de garantizar toda la deuda interbancaria a nivel mundial (Aquí debemos resaltar y destacar las medidas adoptadas veloz y muy acertadamente por el Gobierno de Gordon Brown consistentes básicamente en efectuar grandes inyecciones de capital social en los bancos británicos, respaldadas por garantías de deuda bancaria que deberían poner de nuevo en marcha el préstamo interbancario, una parte crucial del mecanismo financiero).
Medidas más de fondo pueden ser varias pero las más importantes son sin duda las que conduzcan a la recuperación completa de la confianza. La recuperación de la confianza, tal y como pasa en las relaciones personales, toma su tiempo pero es posible. Aquí debemos destacar que las determinaciones de los principales bancos centrales del mundo de reducir los tipos de interés y garantizar la liquidez suficiente del sistema financiero internacional, han significado la aparición de los primeros resultados positivos y han de ser camino obligado para la desaparición de la incertidumbre. Por otro lado, tal como lo afirmó recientemente el Diario El País de España, “El tratamiento de choque contra la crisis financiera internacional que han aprobado las instituciones europeas parece mucho más acertado. En efecto, la acción concertada de los bancos centrales europeos mediante la reducción de los tipos de interés, la creación de liquidez, la compra de activos financieros e, incluso, la recapitalización de los bancos privados que la soliciten, y en las cuantías acordadas -mucho más elevadas que en el caso americano-, se han recibido con un considerable restablecimiento de las cotizaciones bursátiles y una paulatina reducción del Euríbor”. Sin duda, otro de los objetivos directos, dada la causa norteamericana que desató esta crisis debe ser lograr que las viviendas sean más unas soluciones de habitabilidad que activos negociables en el mercado secundario con los cuales los multimillonarios puedan obtener ganancias especulativas. Lo anterior quiere decir que se deben garantizar fuentes de financiación estables y transparentes para la política de vivienda que no estén vinculadas a los mercados financieros secundarios.
En Pekín, hace unos días, líderes de 43 países europeos y asiáticos abogaron por una reforma “completa” del sistema financiero global, y llamaron al Fondo Monetario Internacional (FMI) a ayudar a los países más afectados por la crisis. La respuesta del FMI ha sido poner a disposición de las economías emergentes alcanzadas por la crisis la suma de 200.000 millones de dólares, cifra que resulta irrisoria frente a sus dimensiones mundiales. “Los líderes de esos 43 países, afirma el periódico La Jornada de México, abogaron por emprender una reforma eficaz y completa de los sistemas internacionales financiero y monetario”, indicó un comunicado de China del sitio web del Asia Europe Meeting (ASEM), al finalizar el primero de los dos días de la cumbre, centrada en la crisis mundial. Esta reforma total debe considerar, creo yo, entre otras muchas cosas, un sistema de regulación y control más exhaustivo para evitar la emisión y/o la negociación en el mercado secundario de esos papeles o activos “tóxicos” o “contaminantes” como los activos hipotecarios que, desde Estados Unidos, desencadenaron esta enorme crisis financiera.Bueno, y aquí podríamos escribir miles y miles de párrafos sobre este asunto, pero podemos concluir que las soluciones dadas por los gobiernos y los bancos centrales podrán sin duda sacar al mundo de la crisis actual, pero será necesario actuar más decididamente en políticas y planes para lograr una distribución más equitativa del ingreso en el mundo, la transformación profunda de nuestros hábitos planetarios de consumo y de nuestra actitud frente al medio ambiente, junto con algo que he dicho siempre y continuaré diciendo hasta nunca desfallecer: lograr la transformación del espíritu mismo del ser humano.

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