martes, 14 de abril de 2009

OIGA, ¡ANDÉMOSLE!


(Una exhortación al pueblo cristiano para el evangelismo. Primera Clínica de Evangelismo Explosivo en Neiva, mayo de 2009)

Hoy vamos a recordar dos grandes vidas a través de las cuales Dios dispuso dos grandes Ministerios para la Gloria de El.  Una de ellas es conocida y admirada, seguida y difundida por nosotros los cristianos y la otra un tanto desconocida, ignorada y nada difundida.

Hablaremos de Pablo y de Ananías.

Ellos fueron hombres con Visión y Misión de lo alto.  Dos hombres a los cuales Dios les dio una visión poderosa, especial y muy específica, y les encomendó misiones que muchos de nosotros desecharían pero que, debido a la obediencia de esos dos varones, hoy podemos recordar.

Ellos son ejemplo de que así hará Dios con cada uno de nosotros.  Ahora que estamos equipándolos con esta herramienta hermosa de “Evagelism Explosion”, queremos confirmarles que Dios dará a cada uno de ustedes no una visión y misión cualquiera, sino una mega visión y una súper misión para el ministerio que hoy empiezan, pues a Él le place gloriarse en cada una de sus debilidades (2 Cor 12, 9).

Nuestro pasaje central será el de Hechos 9 del versículo 10 al 20.

“Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión.  ¡Ananías!   Aquí estoy,  Señor.  Anda,  ve a la casa de Judas, en la calle llamada Derecha, y pregunta por un tal Saulo de Tarso.  Está orando, y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.  Entonces Ananías respondió: Señor, he oído hablar mucho de ese hombre y de todo el mal que ha causado a tus santos en Jerusalén.  Y ahora lo tenemos aquí, autorizado por los jefes de los sacerdotes, para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre. ¡Ve!,  insistió el Señor, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.  Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre.  Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: "Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo."  Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista.  Se levantó y fue bautizado; y habiendo comido, recobró las fuerzas.  Saulo pasó varios días con los discípulos que estaban en Damasco, y en seguida se dedicó a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios”.

 

1- SEAMOS PRESTOS PARA OÍR

Este Ananías del que se habla en el pasaje podría ser calificado en la carne como insignificante, poco importante, una persona cualquiera.  Sólo es nombrado 2 veces en la Biblia: aquí y en Hechos 22, 12, donde el propio Pablo narra sobre su conversión.  No sabemos nada más de él sino únicamente lo que podamos descubrir en esas dos citas.  Sin embargo Dios le da una tremenda Visión y una Misión: poner manos sobre Saulo de tarso, Pablo, para que recobre visión y sea lleno del Espíritu Santo y sea bautizado.

Eso hubiera sido una misión fácil para cualquiera si el personaje no hubiera sido precisamente Saulo de Tarso.  Recordemos que Saulo en ese momento era un matón de cristianos, un hombre sin piedad que los encarcelaba, los ponía a disposición de las autoridades eclesiásticas y civiles para que ellos fueran castigados, torturados y aun asesinados.  Saulo había estado presente en el asesinato de Esteban (Hechos 7, 58) y tenía por lo tanto una fama terrible entre los del Camino.  Algunos dicen que ya en ese momento en que se le ordena por Dios a Ananías visitar a Saulo, éste ya había nacido de nuevo porque le dice a Jesús “Señor” y después Ananías le dice a Saulo “hermano”, pero yo no lo creo.  El apenas había tenido una tremenda experiencia con Jesús quien se le manifestó diciéndole que El era a quien Saulo perseguía.  Saulo, ante tremendo suceso, apenas tuvo el tiempo de darse cuenta que Jesús era el mismo Dios y en ese momento no confesó su nombre como su Salvador y su Señor y menos tuvo tiempo de arrepentirse porque Jesús no lo dejó ni musitar palabra.  Jesús simplemente le ordenó que entrara en la ciudad que allí recibiría instrucciones (Hechos 9, 3 y ss).  Yo creo que la conversión de Saulo sucedió durante esos tres días que estuvo sin vista, sin comer ni beber nada.

Pero sigamos en los zapatos de Ananías.  El estaba recibiendo instrucciones precisas (destaquemos aquí que Dios siempre dará instrucciones precisas a su vida en todas las áreas porque El es un Dios de orden y de coherencia y no de desorden, de incoherencia o de incertidumbre) y serias de Dios para que fuera a ministrar al famoso Saulo que perseguía a la Iglesia de Cristo.  ¿Usted qué haría ante una situación similar? ¿Qué haría usted si Dios le hablara concretamente y específicamente de ir por ejemplo a predicar el evangelio a alguna región árabe de esas en donde encarcelan a los cristianos o los matan?  ¿Qué haría una persona reconocida políticamente (como yo) si Dios diera instrucciones de ir a buscar al Mono Jojoy (temible jefe militar de la guerrilla de las Farc en Colombia) para predicarle su Evangelio?  ¿Qué haría usted si Dios le da precisas instrucciones de predicar a Jesús a la persona que lo ha herido, que le ha hecho un daño que usted recordará toda su vida?  Por eso la actitud y la respuesta de Ananías, parece, a todas luces, razonable.  Pero pasamos por alto lo que Ananías realmente contestó.  Él le dijo a Dios: “mire mi Señor que esa persona a la que me usted me manda a ministrar tiene muy mala fama, y ahora precisamente ha llegado aquí a esta ciudad con autorización oficial expresa de fregarnos a todos los que en ti creemos”.  Ananías en ningún momento dijo a Dios que él no cumpliría sus instrucciones o que él no estaba dispuesto a ir allá donde el Señor lo enviaba.  El simplemente razonó con Su Dios y Señor.  Le expuso razones como a un amigo.  Su respuesta solamente es un gran indicio de ¡la hermosa relación de amistad y confianza que tenía con Dios!  El conversa con Dios, sin presentar disculpas como lo hicieron otros varones de Dios.  El sólo le da a Dios su punto de vista frente a Saulo, pero espera con calma la respuesta de Dios.  Y ella no se hace esperar.  Dios sencillamente le dice algo así: “ve allá porque vas a ir a ministrar a uno de los grandes.  No preguntes nada más y ve.  No compares el cierto temor que tienes de ir allá con los sufrimientos que Saulo tendrá que padecer por mi Nombre!”.  Es decir, Dios inclusive le revela a Ananías el propósito inmenso que tenía en la vida de aquel hombre. Con esas Palabras Dios da tranquilidad y Ananías aparece en el texto como un hombre muy atento a Sus Dichos, a Sus Consejos y a Sus Decretos.

 

2- SEAMOS PRESTOS PARA IR

Claro, ese razonar de Ananías era de cierta forma una especie de oposición, pero cuidándose de negarse a oír y a obedecer. Esas reflexiones no sirvieron para que Dios cambiara de parecer (pues El no es hombre para estar cambiando de opinión) sino para que Ananías cobrara confianza y denuedo a saber los propósitos de Su Dios.  Al mismo tiempo Dios nunca se negó a darle las razones por la que le encargaba esta misión y le había dado esa visión sino que por el contrario fue misericordioso en la explicación del fin que El tenía con todo ello.

Ananías, como todo hombre obediente, al conocer el propósito de Dios, no pone más temas de conversación, no demora más su acción, no hace más preguntas, no trata de enredar a Dios con más elucubraciones, ni mucho menos oye a Dios y hace otra cosa como por ejemplo hizo Jonás. No. El no puso ni una traba a Dios y tomó la decisión de ir.  Además, en el cumplimiento de su Misión y en el caminar hacía su visión fue también exacto, como Dios lo había sido con él y puso de su parte diligencia y eficiencia.  Cumplió su misión con calidad, expeditamente, limpiamente, claramente, sin agregarle ni ponerle, sin desviarse a derecha o a izquierda.  La Escritura dice que efectivamente Ananías puso sus manos sobre Saulo, explicándole que hacía eso por orden del mismo Dios que Saulo había oído en su camino a Damasco y que lo hacía porque Dios tenía el propósito con ello de que Saulo recuperara su visión y fuera lleno del Espíritu Santo.  ¡”Recuperara su visión”!  ¡Claro! ¡Saulo había perdido su visión con su actuar religioso, su comportamiento fariseo y su compromiso con el mundo y no con el Señor al cual decía servir!  Ahora retomaba la verdadera visión de Dios.  Una grande, una poderosa, una de largo plazo, una para hacer historia.

Y ¿qué hizo Saulo?  Lo mismo que Ananías: oyó e hizo rápido y tal cual Dios le había dicho. Primero entró a Damasco para recibir las instrucciones prometidas por Jesús y luego de ser rendirse a Jesús como su Señor y Salvador y ser lleno del Espíritu santo empezó a predicar a Cristo, diciendo que El es el Mesías, el Hijo de Dios, el mismo Dios hecho Hombre que habitó entre nosotros, fue muerto en la cruz, resucitó y vive para siempre.

Ahí tenemos dos casos de dos hombres con una visión y una misión dada por directamente por Dios.  Dos hombres obedientes y que tuvieron una relación especial con Su Salvador.  Dos hombres prestos para ir.

 

3- NO HAY VISIÓN NI MISÓN PEQUEÑA SI VIENE DE DIOS.

Esto para decirles que nunca es pequeña la visión, si ella viene de Dios.  Las Visiones y misiones pequeñas, de bajo impacto, de poco fruto son las que nos inventamos nosotros, las que nacen en nuestra propia inteligencia, influidas por nuestra carne y nuestro corto razonamiento.  Las de El son siempre supereminentes, extraordinariamente poderosas, con el sello de la victoria aplastante sobre todas las dificultades y obstáculos.  Las de El son llenas de Gracia, llenas de Amor, llenas de poder en el Espíritu y llenas de todos los recursos necesarios para escribir grandes historias.

Por eso, si la visión y la misión que usted y yo desarrollaremos vienen del Dios Altísimo, usted y yo podemos ser como Pablo.  El era hijo de un gran comerciante, pertenecía a “oligarquía” del pueblo judío, tenía grandes credenciales, conocía como el que más la Ley de Dios, tenía talentos especiales que Dios había puesto en su vida par aun fin y él los había puesto a funcionar para otro muy diferente.  Tenía la ciudadanía más valiosa en la época que era la romana.  Tenía todo para ser grande pero había escogido ser religioso y atrabiliario, hasta que Dios le cambió su visión. 

Usted y yo también somos ricos porque nuestro Padre es el dueño de todo lo que hay en el universo, pertenecemos a la “oligarquía” porque Dios nos ha designado reyes y sacerdotes; tenemos talentos que nadie tiene porque Dios nos hizo un diseño único e irrepetible, tenemos las mejores credenciales pues no sólo conocemos la Escritura sino que podemos oír, guardar y obedecer toda la Palabra que sale de Su Boca.  Tenemos todo lo necesario para ser grandes y hacer cosas fenomenales.  A nosotros nos toca decidir si hacemos caso y vamos tras la visión y la misión que Dios nos da o desaprovechamos nuestro ministerio, nuestros dones y nuestras vidas corriendo detrás de las medallitas de cobre de nuestros propios propósitos.

Claro que para ser de la medida de Pablo, ¡tendremos que estar dispuestos a decir “sí”, cuando Dios nos muestre todo lo que habremos de sufrir por su nombre!  En 2 de Corintios 11, él nos narra tan sólo algunas cositas que padeció: “¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo).  Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno.  Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado;  tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma,  y yo no enfermo?  ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad.  El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos. Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor”.

Pero si Pablo pudo, ciertamente usted y yo podemos.

Usted y yo podemos ser como Ananías, un hombre común y corriente, casi incógnito para nosotros pero con una relación cercana y fiel con el Señor.  Un hombre escogido para una visión y una misión que involucrarían al hombre tal vez más influyente del Nuevo Testamento.  Un hombre al cual Dios dio la tarea de ministrar a aquel que fundaría tantas iglesias, que llevaría el Evangelio de Cristo al mundo conocido, por medio del cual Dios obraría tantas señales y prodigios, que escribiría la mayor parte del Nuevo Testamento, que influiría en cientos y cientos de millones de personas a lo largo de toda nuestra historia.  No cualquiera podía ser escogido para confiarle una misión tan especial.  No cualquiera podía hacer algo tan especial.  Usted y yo, en nuestra labor evangelizadora podemos ministrar algún día a alguien parecido a Pablo, que tenga trazado un propósito divino que no alcancemos a imaginar.  En efecto, lo que quiero decir es que cualquier persona a la que usted y yo compartamos el Evangelio, cualquier persona a la que usted y yo ministremos la Palabra de Dios puede resultar siendo en unos días, unos años o unas décadas un hombre de unción y poder fabuloso para la extensión del Reino.  De pronto usted y yo no veamos en esa persona nada especial, de pronto usted y yo ni lleguemos a saber lo que esa persona hará, pero lo que no podemos hacer es dejar de hablarle, menospreciarla para no compartir con ella el Evangelio, callar, cuando Dios nos ha dado la encomienda de hablar, de ir y de hacerlo discípulo bautizándolo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  Pensemos solamente que cada una de esas personas no sólo serán salvas como quiere Dios sino que cada una de ellas tiene el potencial para hacer cosas aun iguales y más grandes de las que hizo Jesús porque Él fue al Padre (Juan 14, 12).

Usted y yo podemos ser, también, como aquel que evangelizó un día Ananías y que tal vez nunca supo que eso produjo un fruto de la categoría del propio Ananías o mucho menos Pablo.

Lo que quiero dejarle muy claro, y con esto concluyo, es que de todas formas, seamos como Pablo, como Ananías o como aquellos que predican a los que serán Ananías y Pablos del Reino, usted y yo haremos cosas grandes ¡porque así es el Dios que usted y yo tenemos!! 

Sencillamente seamos obedientes. Oigamos la Voz de nuestro Señor y ¡”andémosle” porque el Señor viene pronto!